─Gordo quiero ir al Silencio ─suplicó Ángela.
─Pero le has dicho a tus hijos que iríamos a Pucusana Angelita, se van a preocupar ─contradijo Manuel.
─No importa, total, no tienen porque enterarse ─continuó Ángela, sin darle mucha importancia a los argumentos de su esposo.
─Está bien, pero prométeme que no intentarás meterte más allá de la orilla, ya no estamos para esos trotes ─accedió Manuel, sabiendo que esa batalla la perdería.
─¡Hay gordo!, tenemos cincuenta y pocos, no somos unos ancianos.
─Mi amor, eso mismo me dijiste a los treinta y muchos y casi te pierdo.
─jajjaj, acaso no sabes que ese episodio fue solo para saber cuánto me amabas: si corrías a rescatarme, como lo hiciste, me casaría contigo, sino te decía que no.
─jajja, claro, tú eres un ángel y no partirás si no lo decide alguien superior y según dices, vivirás muchos años…
─Me largaré del país y viviré muchos años fuera y quizá no regrese jamás.
─Manuel no digas tonterías, toda esta mierda se te pasará en algunas semanas y te reirás de esto que te pasó. A cualquiera le puede suceder, no has escuchado por ahí: el hombre sin cuernos es como un jardín sin flores.
─Huevón, una cosa es que te pongan los cuernos y otra que se burlen de ti, carajo yo la amo y tú lo sabes, jamás me enamoré de esta manera y puta mare me tenía que suceder esto.
─Ok ok como tú digas, pero cálmate la gente está mirando.
─No me interesa, si voy a reírme de esto algún día como dices quiero recordar que lloraba desconsolado y que la gente reía viendo a un hombre enamorado, llorando por el amor perdido ¡y de qué manera puta madre!.
La noche era muy fría, llovía, había mucho lodo a los alrededores, algunas calles se habían inundado, como tantas otras noches en la ciudad más alta del mundo y a pesar de eso, Manuel había decidido acompañar a su hermano mayor a esa fiesta con la ilusión de conocer un mundo nuevo, diferente, el de los universitarios. Cursaba quinto de secundaría, e ir a una fiesta de cachimbos y organizado por la promoción de la Facultad de Contabilidad de la única universidad de la ciudad, hacía suponer que se trataría de una fiesta impresionante con chicas “grandes” y además, dueñas de una belleza distinta a la de las escolares que solía frecuentar. Ángela, en cambio, decidió ir a insistencia de Thomás, quien había terminado con su enamorada, por lo que a última hora se quedó sin pareja, sin la menor intención o ilusión de ninguna clase, únicamente para cumplir su deber de prima. Sin embargo el desino les tenía preparado una emboscada, aquella que uniría sus vidas para siempre.
─Perder yo, jajjaja se nota que no conoces a tu cuñadito, te apuesto lo que quieras ─dijo Manuel, desafiante, ante el acoso de su cuñada.
─Está bien que tengas esos ánimos, porque yo estoy segura que esta vez será diferente, esa chica no te va hacer el menor caso ─contraatacó la cuñada de Manuel.
─Si estás tan segura que perderé, entonces acepta mi apuesta.
─La acepto.
─No conduzcas así Manuel, ya no estamos para esos trotes.
─Angelita, acabas de decir hace unos minutos que no somos unos ancianos así que no me trates como tal.
─Pero es que tú nunca has manejado de ese modo ¡mi amor!, y por si fuera poco desde que has vuelto a usar los lentes de vidrio no los has cambiado y sabes muy bien que necesitas otra medida.
─Tienes razón, es que me sentí adolescente nuevamente por unos minutos.
─Hay mi Manuelito, tú siempre con tus arranques de juventud. Pero sabes una cosa, creo que te amo más cada día por eso, nunca dejaste partir a ese niño que conocí a los dieciséis.
─Angelita, angelita, mejor no empecemos a recordar esos años que ahora mismo choco y se acabó todo.
─No mientas Manuel, a ti más que a nadie te gusta recordar esa parte de nuestras vidas, eres algo masoquista…
“¡Masoquista!... eso es lo que eres, juraste que nunca te acercarías a ella… pero estás tan bella, más bella que nunca… y me miras, porqué me miras así… sabes que me acerco a ti, sabes que voy a pedirte que bailes conmigo… sabes que me gustas, que me muero por ti… no me mires de ese modo o me acobardaré y cambiaré de rumbo… parece que me entendiste, bajaste la mirada, pero sé que me esperas, algo en ti me dice que me esperas, que quieres que te saque a bailar, algo en ti me implora que no me detenga, que continúe hasta donde estás… camino pero no logro llegar… ¿es una pesadilla?, maldita sea, creo que sí es una pesadilla… no no, esto es real, ya estoy cerca, siento tu pecho inflándose del aire que inhalas, siento tu corazón acelerado pero no tanto como el mío que parece que va estallar… esto es mágico, es real, extiendo mis manos sin decir una sola palabra, tú me entiendes perfectamente, levantas la mirada, me miras tímidamente con esos ojos enormes y negros, me entregas tus manos como si con ello me entregaras tu corazón… no entiendo nada, siento que te amo, siento que no podre vivir sin ti desde este instante… pero que pasó con Jason, acaso no están enamorados, acaso no siguen juntos… que está pasando, seguro que ahora despierto… es un sueño, todo esto es un sueño… no puede ser real, no de este modo… hemos bailado tres o cuatro canciones sin separarnos, tu madre y primos nos observan boquiabiertos, no pueden creer lo mismo que yo no concibo real… siento tu respiración muy cerca, siento tu aliento cálido, en esta noche que dejó de ser fría, dejó de ser lluviosa, dejó de ser lodosa, dejó de ser noche, todo está tan claro, parece que te observo gracias a los rayos más nítidos del sol, tus labios están tan cerca de mis mejillas, quisiera que estuvieran delante mío, muero porque esa distancia se recorra, tu lees mis pensamientos y haces que esa enorme distancia se acorte… esto es demasiado, mi corazón empieza a galopar, el tuyo se acelera también, siento todo tu cuerpo frágil acercándose más al mío, siento tus brazos rodeando mi cuello… voy a despertar, no en este momento por favor, no ahora, no quiero despertar, que nadie se atreva a despertarme… ¡te amo!, eres un ángel y estás cerrando los ojos muy despacio, yo hago lo mismo, siento tus labios que se están posando sobre los míos, todo se nubla, pero veo más nítidamente, veo desde varios metros de distancia como si no estuviera ahí contigo, veo a dos adolescentes que se acarician, se besan apasionadamente, veo sus manos sudorosas, sus brazos rodeando el cuerpo que tienen al frente, veo un halo de luz que rodea ambos cuerpos que parecen fundidos en un mismo sentimiento, en un mismo ser”.
─Eres un masoquista carajo, otra vez con la misma huevada!
─No me jodas Frank, tu eres mi amigo, se supone que me entiendes, se supone que puedo contar contigo, ¡no!.
─Claro que sí, pero no para la misma cojudez de siempre. Hasta cuando vas a seguir con lo mismo… Tres meses Manuel, han pasado tres meses desde que ella se largó y aunque regrese, tú crees que te va buscar para darte explicaciones, no huevón, claro que no…
─No me jodas y llama a su casa, hazlo por mí, te juro que es la última vez, nunca más te pediré que lo hagas.
─La última vez Manuel, la última.
─Hay mi gordito lindo, no me cansaré de pedirte perdón, cada vez que me cuentas lo mal que la pasaste, me siento fatal, quisiera retroceder el tiempo y por lo menos darte una explicación, o al menos despedirme, realmente no imaginé que esa actitud mía te causaría tanto pesar.
─No te cuento estas cosas, para que me pidas perdón, mi amor, sino para que sepas que te amé desde muy niño.
─Lo sé, lo sé, pero igual no puedo dejar de sentirme culpable.
─Entonces dejaré de contarte mis aventuras tras tu fuga…
─Tampoco quiero que olvides todo el amor que sentías y sientes por mí, mi vida.
─Eso jamás…
Manuel y Ángela, sin proponérselo, sin imaginarlo, sin siquiera decirlo, empezaron una relación corta pero intensa, relación que dejaría una huella indeleble en el corazón de Manuel y quizá solo un vago recuerdo en la memoria de Ángela. Bailaron durante un par de horas, no dijeron mucho, sus cuerpos se comunicaron y eso bastó, los familiares de ambos bastante desconcertados pero a la vez conmovidos por las expresiones de cariño que se profesaban mutuamente, los dejaron de hostigar con las miradas, los dejaron conocerse, ilusionarse y enamorarse. Ellos simplemente dieron riendas sueltas al extraño pero muy cálido amor que nacía y crecía salvajemente.
─Tú ya la conocías verdad, ya estabas templado de ella ¡no!.
─No, nada que ver, nunca la había visto, son mis encantos, nadie puede resistirse a ellos.
─Has hecho trampa, seguro que tú ya habías chapado con ella.
─Te digo que nunca la había visto, no inventes y ahora págame la apuesta.
Mientras iba en el taxi rumbo a su casa, a pesar de las preguntas y asedios de su cuñada, Manuel no podía evitar dejar de recordar cada instante vivido al lado de su angelito, porque eso era lo que ella significaba para él, un ángel que había llegado en el momento más indicado, de la forma más sublime y que había logrado inscribirse en todo su ser.
─Suéltame carajo… Frank suéltame o te saco mierda…
─Cálmate Manuel, no seas imbécil, ella no está, se largó con el cabrón de Jason, entiéndelo, no es que la estén negando, se largó, te dejó y no va regresar, acéptalo carajo…
─¡No, eso es mentira, es pura mierda!, ella me ama, me lo dijo y yo le creo, seguro que está ahí dentro, Ángelaaaaa, Ángelaaaaa…
─¡Puta madre Manuel cállate!, van a despertar y nos van a sacar la mierda huevón…
─Ángelaaaa ¡te aaamo!, yo se que estás ahí, Ángelaaaa…
─Jajajjaj, que historia mi amor, ya ves, todo lo que me has hecho sufrir.
─Tonto, yo no sabía nada de eso, ni siquiera mi madre me contó esas cosas, pero sigue que pasó después.
─Nada más, Frank me tapó la boca y me arrastró hasta el taxi, como estaba sobrio se impuso fácilmente… amor, compramos un par de chelitas.
─Pero solo un par gordito, recuerda que tienes que manejar de regreso, y ni pienses que voy a manejar yo, y aunque quisiera, no traje mi brevete.
─No mi amor solo para acompañar la historia y refrescarnos un poco, tremendo sol que hace.
─¡Tremendo sol no!, y pensar que anoche llovía a cántaros ─, dijo Manuel sin saber que más comentar.
La mágica noche se había extinguido, los golpeó la realidad: dos adolescentes que no se conocían y sólo habían compartido un par de horas de romance, ninguno sabía cómo comportarse o que decir. Manuel estaba aun más apenado, tenía la mirada perdida en el piso, quizá porque tenía muy presente que Ángela era dos años mayor que él, quizá porque no se dijeron mucho la noche anterior y no sabía que había sucedido exactamente con Jason.
Jason y Ángela habían sostenido una relación de casi dos años. Era la primera vez que ambos se habían enamorado y a pesar de muchas habladurías supieron mantenerse juntos durante todo ese tiempo. Jason, tenía la fama de un “pillo”, un “don juan” y decían que Ángela era de las adolescentes que no se quedaba en casa esperando. Sin embargo, ambos se comprometieron, por primera vez, en una relación que los mantuvo en la “cresta de la ola”. Se les veía muy bien juntos y quizá justamente por eso es que Manuel jamás pensó en acercarse a Ángela, pensó que no era justo ni para la pareja ni para él mismo.
─¿Vamos al Leopardo? ─, dijo Ángela, tras largos segundos de silencio.
─Está bien─, respondió Manuel, cogiéndole la mano tímidamente.
Caminaron por el Jr. Bolognesi hasta llegar a la Plaza Carrión, decidieron dar unas vueltas antes de ingresar al Leopardo. Era rutinario que los adolescentes que iban a esas fiestas de matiné hicieran ese recorrido para encontrar a sus amigos o simplemente para exhibirse.
El Leopardo, a principios de los 90´s era una discoteca pensada para gente “grande”, ingenieros, administradores, policías, etc. Pero perdió ese estatus por cosas que nunca se pueden explicar, se empezó a inundar de adolescentes ávidos de lugares más cómodos, por ello los “grandes” dejaron de frecuentarlo y el dueño no tuvo otra opción que orientar su discoteca a este nuevo público, que gastaba menos pero que en masa hacían las mismas ganancias que los anteriores. En 1995 ya era una discoteca consagrada a adolescentes, con música teckno y salsa sensual que se ponía de moda en esos años. Pero además algunos fines de semana a altas horas de la noche se dedicaban a presentar chicas al desnudo, orientado a un público, obligadamente, adulto. El Leopardo tenía una sola pista de baile, en el primer nivel, alrededor de esa pista se habían improvisado los privados (secuela de esas noches calenturientas), que eran espacios reducidos en los que solo cabía un sillón individual, delante del mueble había una mesita diminuta para poner los tragos, estos obviamente, se usaban en esas noches de chicas desnudas, pero también se aprovechaban, en las matinés, por los adolescentes más osados. Frente a la entrada, cruzando la pista se encontraban los baños, al costado, unas gradas para acceder al segundo nivel y más al fondo se encontraba la barra. En el segundo piso, había muebles más grandes, con mesas también más grandes y mayores espacios, era como la zona vip del lugar. Subiendo las gradas al fondo a la mano derecha, se encontraba una cabina diminuta, desde el cual el DJ ponía la música. A la mano izquierda habían más ambientes que solo se abrían en fechas importantes como año nuevo o 28 de julio, fechas en las que el lugar se abarrotaba y era estrictamente necesario contar con más espacio, pero en esos días estaba simplemente clausurado.
Manuel y Ángela, entraron cogidos de las manos y vieron con agrado que la discoteca no estuviera tan llena, porque era muy frecuente que los domingos estuviera repleto.
─No quiero bailar… vamos a los privados ─, dijo Ángela con determinación, tras haberse deshecho de la mano de Manuel y empezó a caminar en dirección de uno de ellos.
Manuel siguió tras de ella y no pudo evitar pensar que se escondía de alguien, sin embargo la idea le agradaba. Era la primera vez que Manuel ingresaba a uno de esos privados, siempre le había dado vergüenza hacerlo y cuando se atrevía, la persona a la que se lo proponía le respondía ─que va decir la gente, mejor no─. Apenas se sentaron en el mueble, Ángela lo cogió de la cara y le dio un beso que bordeaba entre lo apasionado y lo carnal. Definitivamente ella había tomado el control y Manuel era la presa, todos sus temores se habían concretado, no sabía exactamente cómo comportarse, hasta entonces había creído que él siempre manejaba la situación, pero con una chica más grande y obviamente con más experiencia las cosas no resultaban del todo bien.
─¡Manuel, te busca Frank! ─, gritó la madre de Manuel.
─Dile que no estoy ─respondió, sin saber que Frank estaba con ella.
─¡Ah no estás…!.
─No le vayas a decir que yo te he llamado Francito, se va molestar conmigo ─suplicó la señora María.
─No se preocupe señora, le diré que necesito que me ayude con las tareas de matemáticas, que sin él me voy a jalar ─dijo Frank, guiñando el ojo.
─Gracias hijo, es que me preocupa que esté encerrado en su cuarto, tú sabes que él nunca se había comportado así.
Pero Frank apenas escuchó las primeras palabras, ya estaba subiendo al cuarto de Manuel, en el que tantas veces habían jugado, escuchado música y hasta dormido.
─Y mujer que haces ─era el modo en el que Frank siempre saludaba a Manuel, claro que a este último no le hacía mucha gracia y trataba de devolvérsela de algún modo.
─Nada maricón, viendo tele nada más.
─Pero desde abajo escuche al mariconazo de Guillermo Dávila ─le reprochó Frank, burlonamente.
─Has venido a joder o que, te digo que estaba viendo tele, no tengo porque mentirte.
─A ver, a ver, que tenemos por acá ─mientras hablaba, se iba acercando al equipo de sonido, pero Manuel en su intento desesperado por evitar ser descubierto, se lanzó contra él y ambos cayeron abruptamente al piso, Manuel encima de Frank.
─¡Que te pasa huevón…! ya me cagaste el pantalón carajo ─Frank se quejaba mientras se ponía de pie, Manuel se incorporó y se sentó en la cama mirando al piso, sin saber que decir en su defensa.
─Si estoy acá es por ti huevón, tu mamá me dijo que estás como imbécil llorando y no sé que mierda más… ya no sabe qué más decir o hacer para que dejes de comportarte como un tarado.
─¡Vete Frank!, ya te había dicho que no quiero verte más ─contraatacó Manuel, levantando la mirada y mirando con enfado.
─No seas imbécil Manuel… ¡puta madre!...tu mismo me decías, que nadie vale la pena para estar en esta situación, la otra vez cuando estaba embobado por Daniela, me jodías y me jodías, me decías que era un reverendo huevón, que habiendo tantos peces y no sé qué diantres más...acuérdate de todas esas cosas y recapacita Manuel…osea, yo te entendería si por lo menos hubieran estado un año o más, pero carajo solo han estado con ella tres semanas y quizá algo más, pero que mierda te pudo pasar en ese tiempo que no quieres reaccionar ─mientras Frank decía todas esas cosas, Manuel nuevamente con la mirada al piso y moviendo uno de sus pies como un niño que trata de distraerse con algo, escuchaba perturbado, quizá en el fondo sabía que todo lo que decía su mejor amigo era cierto, pero a la vez sabía que pasaba algo más, algo que escapaba a su poco conocimiento de la vida, de los amores, de las decepciones, de las traiciones, permaneció callado por un momento y luego le pidió que se marchara. Ya más calmado, Frank entendió que era lo mejor y se fue.
Al salir de la habitación, le sorprendió ver a la madre de Manuel tratando de escabullirse a la habitación contigua para evitar seguramente ser descubierta espiando. La llamó para despedirse, ella se acercó, le agradeció por todo lo que había hecho y hasta le pidió disculpas por el pantalón, prometiéndole comprarle uno nuevo, Frank se marcho de inmediato.
─Cual era esa canción gordito, me dijiste hace tiempo pero nunca recuerdo ─preguntó Ángela recostada en la silla, sosteniendo en la mano izquierda una copa de piña colada, mirando fijamente a los ojos de su amado esposo que parecía ensimismado.
─Se llama: Yo necesito más de ti ─respondió Manuel como si con ello regresara del pasado, y para tragar el nudo que le cerraba la garganta tomó un gran sorbo de cerveza.
─Sabes, hace años cuando me contaste por primera vez esta historia, no te creí, pensé que todo era parte de tu afán por quedar bien conmigo, por alagarme, pero luego de escucharla tantas veces me di cuenta que todo fue cierto, realmente te pasó todo eso, realmente te afectó mucho.
─No tanto como crees ─se defendió Manuel, para no menoscabar aun más su estado emocional que con los años se había vuelto fácilmente alterable.
─Ok como tu digas mi amor ─respondió Ángela, mirando a Manuel con un profundo cariño.
─Sabes algo…esa frase que cierra la canción…al principio cuando todo ello pasó, me servía para serenarme, para darme ánimos, mantener una ligera esperanza y jugar con ella, salir de esa etapa, pero nunca imaginé que después de tantos años se hiciera realidad ─todo lo que decía lo hacía en voz alta, pero parecía que era más bien una reflexión para si mismo: ─te buscaré aun que sea en el mismo infinito, pero volverás a ser mía, porque ¡te amo!.
Más inoportuno que nunca, el mozo irrumpió en el privado que ocupaban Ángela y Manuel, ella abrió los ojos de inmediato y se alejó de la boca que tenía en frente, él apenadísimo, preguntó ─¿qué tiene para tomar? ─. Sin embargo, Ángela sin esperar la respuesta del mozo, sentenció ─¡tráigame dos coca colas personales por favor!─. El mozo, al notar que no estaba tratando con una chiquilla inexperta, asintió con la cabeza y se retiró. ─Si no los tratas así, estos se te suben─, dijo Ángela, arreglándose la blusa que se había movido tras el beso apasionado. ─Así veo─, respondió Manuel tratando de secarse el bozo y parte del mentón que habían sido devorados por los labios carnosos de su acompañante.
Esa tarde conversaron mucho y ambos se contaron cosas personales, familiares y era evidente que también saltaría a la luz el tema que venía agobiando tanto a Manuel: Jason. Ángela sabía que llegaría la pregunta y aparentemente ya tenía un discurso estudiado: ─Niño lindo, no tienes por qué preocuparte, Jason y yo hemos terminado muchas veces, pero esta vez es definitivo, estamos separados más de tres meses, además él ha viajado, no está en la ciudad y no creo que regrese─, dicho esto, Manuel, sintió que le quitaban un gran peso de encima y lo más importante, se sintió con la libertad plena de amarla, como ya lo estaba haciendo, un sentimiento que aun reprimía justamente por el gran “fantasma” de Jason. Las cosas desde ese instante fueron muy claras para Manuel, estaba todo bien y los besos que recibía, se le antojaban más sublimes, más húmedos, más endemoniadamente enloquecedores.
Esa tarde también hablaron de sexo, claro, y ella dejó entrever que podían acostarse cuando él quisiera, situación en la que nuevamente Manuel se sentía totalmente desubicado, era la primera vez que alguien le respondía de manera tan natural: ─Manuelito eso va llegar de todas maneras, más adelante, pero debes saber que a mí también me encantaría estar contigo─. Manuel simplemente no podía creerlo y se planteó dos alternativas para dar forma a lo que sus oídos escuchaban. Primero: que ella realmente ya era una chica “grande” y sabía que el sexo no es algo malo si se hace con responsabilidad y además que era proveedora de múltiples emociones y sensaciones inigualables o; segundo: que simplemente le estaba siguiendo el jueguito al niño atrevido que se aventuró a preguntarle semejante desatino.
Durante la tarde y parte de la noche, tomaron, cada uno tres coca colas personales, se besaron mucho y muy apasionadamente, pero sin tocamientos indebidos (no porque Manuel no lo deseara, sino porque no se atrevió), y salieron del privado sólo para bailar un par de canciones e ir al baño. Ambos sintieron un cariño especial, quizá lo que a esa edad se puede llamar “amor”, pero que en realidad era la pasión mezclada con ilusión, que les hacía llegar a muchas conjeturas emocionales. Salieron del Leopardo a las 7.30 pm, hora en que la mayoría de adolescentes regresaban a sus casas. Caminaron hacia la Plaza Carrión, sin motivo aparente, dieron una vuelta por los alrededores y cuando estuvieron frente al Colegio Nacional Industrial Nº 3, ella pensó en voz alta, aunque no lo suficiente para que Manuel escuche: ─Ángela, Ángela, que haces con un escolar, es un niño…─, pretendía seguir reprochándose pero Manuel creyó escuchar algo y trató de indagar de qué se trataba. Pero como era de esperarse, ella preguntó otras cosas y cuyas respuestas conocía de sobra: ─¿este es tu colegio no?... ¿estás seguro que terminas este año?─. Manuel sólo asintió y sonrió complacido, emocionado y profundamente enamorado. Continuaron su recorrido por el Jr. Bolognesi, pasaron por el colegio que todos llamaban 35,002, cruzaron el Jr. Yauli y continuaron hasta la casa de Ángela, aunque no llegaron hasta la puerta porque ella se despidió a una cuadra de distancia y con un beso en la mejilla y una vez más, lo dejó totalmente desconcertado.
Un sábado a las 11.30 de la noche, Manuel llegaba a su casa con cierto tufillo de alcohol, su madre que lo esperaba atenta en su dormitorio, le gritó que su comida estaba guardada, que lo caliente. Él sabía que su madre ni siquiera sospechaba que había tomado, así que no se preocupó más por eso. Encendió la cocina, puso a calentar la comida y mientras esperaba prendió el televisor, estaban dando una película argentina: Tango Feroz. La banda sonora era extraordinaria, la historia era muy conmovedora y se engancho de inmediato a pesar que parecía que ya estaba muy avanzada. Se sirvió la comida, comió muy poco y se concentró en las escenas de la película. Lo conmovieron las letras de las canciones, la historia de un joven cantante muy talentoso pero algo perturbado y la relación que sostenía con una chica tierna, sensible, inteligente, además de bella. Por supuesto que no tardó mucho en relacionarla con Ángela y fue en ese momento que, animado por unas copas de más, dejó caer en silencio muchas lágrimas que aterrizaron en sus pantalones. Terminada la película, cogió un pedazo de papel higiénico y mientras se limpiaba dijo: ─te buscaré aun que sea en el mismo infinito, pero volverás a ser mía, porque ¡te amo!.
El miércoles por la tarde, luego del colegio, Manuel se fue muy aprisa a su casa, almorzó, se despojó del uniforme escolar y se puso algo más casual, estaba inquieto, ansioso y emocionado porque sabía que a las tres de la tarde se encontraría con su amada Ángela, en la esquina del Jr. Morales Janampa y el Mercado Central. Como era previsible Manuel llegó minutos antes y como ella aun no llegaba se fue a caminar por los alrededores, a las tres en punto estaba parado nuevamente en la esquina acordada, pero Ángela aun no asomaba, pasaron diez eternos minutos y recién hizo su aparición. Todo a su alrededor perdió movimiento, la empezó a mirar fijamente, tenía puesto un polo color beige, encima una chaqueta negra de cuero, un pantalón de licra muy ceñido que dejaba a la vista unas piernas muy bien contorneadas y firmes, lástima que la casaca no dejaba ver más arriba. Llevaba muy poco maquillaje, lo cual Manuel agradeció porque la prefería al natural. Cuando Ángela se acercó, él no pudo evitar abrazarla e intentó tímidamente darle un beso en los labios pero ella lo cogió con más vehemencia y se besaron por algunos segundos sin importar que la gente que transitaba los estuviera mirando.
A Ángela ya no le quedaban dudas que era ella quien tomaba el control de la situación, así que, sin preguntar lo cogió de la mano y lo condujo al Leopardo y como no cobraban entrada en días de semana, ingresaron y cuando Manuel pensaba que nuevamente le iba a retirar la mano, ella lo asió con más fuerza y lo llevó al segundo nivel, que se encontraba casi desierta, se sentaron en un mueble y ordenaron un par de gaseosas, claro que ambos entendieron que sólo era para que no los molestaran mientras se profesaban ese cariño desbordante que ambos sentían. Cuando Manuel sacó la billetera para pagar las bebidas, pensó que eran los cuatro soles mejor invertidos en toda su vida y sonrió.
Largo rato después, Ángela decidió ir a otra discoteca: Center. Tampoco cobraban entrada, al ingresar se dieron con la sorpresa que habían ampliado el lugar, al parecer los privados se habían puesto de moda, pero eran diferentes de los del Leopardo, estos eran espacios divididos por cortinas azules o negras, todas contiguas, en un área de aproximadamente diez metros cuadrados habían seis privados. La curiosidad y el morbo los atrajo a uno de ellos, fue entonces que Manuel vivió una experiencia distinta, perturbadora y deliciosa a la vez. Se besaban por largos intervalos, pero entre besos las manos de ambos recorrían partes íntimas del cuerpo del otro. Ángela parecía disfrutar mucho del hecho que Manuel era más joven que ella y de su inexperiencia. Lo dejaba continuar pero se percataba que él no llegaba más allá de sus senos y se sonreía. Manuel, en cambio estaba en otros pensamientos más sublimes pero a la vez lujuriosos. Fue a partir de ese momento que la idea de hacerlo con ella, se transformaba en una realidad que definitivamente llegaría, más pronto de lo que él pudo soñar.
Pasaron dos semanas de constantes salidas, siempre a las mismas discotecas, en las que se hacían imperantes las sesiones calenturientas en los privados, cada vez más osadas. Ese fin de semana habían acordado hacerlo. Era domingo, primero irían al Leopardo y luego a un hotel cercano. Manuel estaba muy ansioso desde que se encontraron, la razón: temía que le hicieran roche al ingresar, que le pidieran su DNI o algún documento y por supuesto él no lo tenía. En cambio Ángela parecía no recordar lo que habían conversado la noche anterior y se mostraba muy contenta y hasta tranquila. Entraron y como siempre el Leopardo estaba atiborrado de parroquianos. Decidieron bailar entre esa muchedumbre, besarse y dejarse llevar por la música, las luces, la gente y todo a su alrededor. Sin embargo, Manuel tenía un as bajo la manga, le pidió a Ángela que lo espere un momento, porque tenía que conversar un rato con su amigo el DJ, subió al segundo nivel lo más rápido que pudo, sorteando el movimiento cadencioso de tanta gente y las gradas atestadas de adolescentes ávidos de diversión, se dirigió a la diminuta cabina de locución y habló con su amigo. ─Willy no me vas a creer lo que te voy a contar─ dijo, he hizo una pausa para comprobar que le prestaban atención, Willy al percatarse, inquirió ─dime. dime─. Manuel hizo un largo silencio, no sabía cómo abordar el tema, Willy, aun con las manos estiradas sobre sus hombros a la altura del mezclador, giró la cabeza como quien insiste. ─Te acuerdas de Ángela no?─ dijo, al fin, ─claro pes huevón, si la traes casi todos los días, como no la voy a recordar; es más, desde que estás con ella ya ni vienes a saludar o a tomarte un par de chelitas con tus patas─ dijo, Willy y se sonrió ─pero que pasa con ella, dime─, exigió. Manuel, hizo otra pausa, haciendo notar que le costaba realmente abordar el tema y al fin se atrevió ─bueno, el asunto es que ella y yo queremos hacerlo, tú me entiendes verdad─ Willy, bajó los brazos y miró a Manuel desconcertado ─bien por ti huevón, pero que chucha me cuentas esas cosas─, Manuel suspiró y agachando la cabeza dijo: ─tú me contaste que a veces te quedas a dormir acá para cuidar la discoteca y que tienes una cama en el segundo piso, allá al fondo en la parte que está cerrada─. Willy se empezó a reír casi a carcajadas, cambió de disco del equipo y al fin le dedicó toda la atención ─eres un pendejo chibolo, puta madre…, me caes bien y nos hemos tomado unas chelas pero de ahí a prestarte mi cama, no jodas pues─, Manuel levantó la mirada buscando la de Willy y suplicó ─por favor Willy, lo que pasa es que todavía no tengo documentos y en los telos seguro que me chotean─, Willy se sonrió nuevamente y le respondió burlonamente ─tu problema pes huevón, si quieres cachar tienes que ser mayor de edad, dile a tu germita que se aguante un par de añitos nomás, no le queda de otra─ y lanzó otra carcajada. Manuel ya estaba perdiendo la paciencia, él sabía perfectamente que Willy si le iba a prestar el cuarto, sino no se hubiese atrevido a pedírselo, pero lo estaba haciendo sufrir ─Willy ya dime, me vas a prestar o no tu cuarto, sino me voy con mis chelas de litro cien a otra parte ah─, cuando Willy notó que la cosa iba en serio, eliminó la sonrisita de su rostro y le dijo que le prestaría el cuarto con dos condiciones, primero que dejaran la habitación tal como lo encontraban y segundo que le invite cuatro cervezas de litro cien, Manuel aceptó de inmediato, bajó corriendo a buscar a Ángela, le contó lo que había hecho, con mucho temor a cómo iba a reaccionar, pero ella lo miro, se sonrió y solo preguntó: ─pero estás seguro que nadie nos va ver─. Manuel respiró aliviado y le dijo que no se preocupara que Willy era el único que sabía, que era su amigo y que no los delataría; además, que lo iba a sobornar con cuatro cervezas grandes. Fueron juntos a la barra y juntos subieron a la cabina a entregarle sus cervezas a Willy, cuando Ángela entro en esa diminuta cabina, Willy la miró fijamente por un instante, se sonrió, bajo la mirada y les pidió que se sentaran y que lo acompañen con un vaso ─para que se relajen un poco─ sentenció, Ángela se sentó al lado de la puerta, Manuel al medio y Willy al fondo, se sirvieron cada uno un vaso de cerveza y Willy le dijo al oído ─Manuel ya métanse de una vez, no me vaya arrepentir y la cagada, dile a Ángela que ella entre primero, dejas pasar unos minutos y tú entras luego, para que no haya mucho roche, me entiendes─. Él asintió y le pidió a su amor que entre primero, que iría minutos después. Cuando Manuel se levantó para salir de la cabina, Willy lo cogió del brazo y le dijo: ─provecho jugador está rica tu germita─ lo soltó y nuevamente volvió a sus asuntos, Manuel se sintió agredido pero no era el momento de reprochárselo y se marchó al encuentro de su amada.
─Frank apúrate carajo, ya debe haber una colaza en el Center.
─Putamare mujer, si no jodes por una cosa jodes por otra, el tono no se va acabar porque nos demoremos unos minutos.
─Ta bien cabrón, pero mejor si vamos temprano no, así no nos soplamos una cola de dos cuadras y encima nos dicen que ya no entra más gente, no me quiero arriesgar.
─Ya estoy listo vamos.
─Al fin carajo, eres una madre cambiándote.
─Oye hablando de otros temas más importantes ─Frank hizo una pausa y continuó─…no te quiero joder la fiesta ni nada por el estilo, pero mejor que te lo advierta no!.
─Qué pasa huevon.
─Se trata de Ángela...
─Total maricón, me has tenido meses diciéndome que me olvide de ella, que no vale la pena y ahora que ya todo está mejor, me sales con esa vaina, no me jodas pues.
─Ya sé que estás mejor, que no estás como tarado en tu casa sin salir y moqueando, pero justamente por eso, no vaya ser que nos la crucemos y te pongas mal ─al oír lo que decía Frank, Manuel pensó que se le estaba gastando una estúpida broma─, mejor que sepas con anticipación que me han contado que ha regresado hace algunos días y que está embarazada.
─Qué dices cabrón, ¿embarazada?.
Manuel tenía el mismo tono desafiante, pero no pudo evitar que su rostro se le desencajara. Frank lo notó perfectamente y le regaló unos segundos de silencio para que Manuel se haga la idea, sabía que ya no le afectaría como lo hubiera hecho meses atrás pero no quería arriesgarse a que se pusiera mal al verla, y menos delante de ella, era mucho mejor que ese rostro que estaba viendo se le aparezca delante de él y no delante de otras personas.
─¿Quién te lo dijo? ─preguntó, Manuel, un poco más sereno.
─Ayer me encontré con Thomás, el primo de Ángela, y me conto eso, claro que Thomas es medio hablador pero no creo que se juegue con algo tan delicado y por último, si no es cierto, lo tomamos como un anécdota más y ya no!.
Llegaron al Center y se dieron con la agradable sorpresa que no había mucha cola, pero mientras avanzaba la fila para ingresar ambos se encontraban expectantes. Aunque ya había superado lo peor, Manuel quería verla, saber cómo está, si seguía bella como la recordaba y si realmente estaba embarazada y tal vez se acercaría a saludarla, tal vez conversarían unos minutos, tal vez ella le contaría que ha sido de su vida todos esos meses y solo quizá cabía la posibilidad de ser amigos y comunicarse de vez en cuando. Obviamente, él sabía también, que sólo se trataban de deseos suyos y que estaba jugando con esa fantasía porque siendo totalmente realistas, Manuel entendía que nada de eso sucedería.
Cuando Manuel entró a la habitación que le habían prestado para su sesión amatoria, que se encontraba luego de otra habitación tras superar el mueble que bloqueaba la entrada, se encontró con una visión perturbadora: el ambiente era cerrado y no tenía ventanas, por lo que la luz era muy tenue, Ángela, que al parecer ya se había recuperado de ese choque inicial, había tendido las sabanas y se había quitado la chaqueta y el pantalón alicrado, se encontraba esperando tapada como si se escondiera de alguien, pero al sentir su presencia bajó las sabanas hasta la altura del cuello y lo invitó a acostarse a su lado. Manuel estaba muy ansioso y hasta nervioso, no era la primera vez que se acostaría con una chica, había tenido dos experiencias anteriores, pero era la primera vez que su acompañante había aceptado previamente y de manera muy natural, tener relaciones sexuales, en esas ocasiones anteriores él había tenido que lidiar con una excesiva negativa de parte de sus acompañantes y no pudo disfrutarlo plenamente, además de haberlo hecho en lugares menos apropiados que ese rinconcillo en el segundo piso del Leopardo, que por lo menos tenía una cama y aparentemente sabanas limpias. Manuel se quitó el pantalón, la casaca y el polo, solo se quedó en ropa interior y se acostó al lado de Ángela, ella lo abrazó y besó apasionadamente, fue en ese momento, al estirar sus brazos, que Manuel notó las piernas desnudas de su angelito, de su amor, notó que sus nalgas y sus entrañas solo estaban custodiadas por un diminuto calzón, sintió como su pene se le endurecía y como todos los bellos de su cuerpo se le erizaban. Al parecer Ángela se percató de ese cambio y le preguntó si había comprado el óvulo anticonceptivo como lo habían acordado la noche anterior, él no respondió y solo se estiró un poco para alcanzar su pantalón y sacar de la billetera lo que le pedían y se lo entregó sin decir una sola palabra. Ángela lo cogió, lo llevó a la boca, rompió la envoltura y de inmediato se lo colocó lo más profundo en su vagina y se notó que así era porque ella hacía el esfuerzo para introducirlo más y más. Manuel imaginaba como los dedos de Ángela se introducían en su vagina, se preguntaba cómo era posible que entrara ese óvulo sin dificultad, no sabía que ella estaba también excitada y que eso ayudaba mucho. ─Amor, sabes que todavía no lo podemos hacer verdad─, sentenció Ángela, irrumpiendo en sus pensamientos lujuriosos ─si, leí en la cajita que decía que hay que esperar entre veinte y treinta minutos─, respondió Manuel, pensando que no aguantaría contenerse tanto tiempo. Ella pensó en lo mismo y se sonrió, porque adivinaba que Manuel estaría muy ansioso. Continuaron besándose cada vez más entusiasmados, él se quitó la prenda que le quedaba y ella lo siguió. Sin que todavía pasara el tiempo necesario Manuel trató en varias ocasiones de ponerse encima de ella pero Ángela lo detuvo. ─Manuel espérate un ratito más─ suplicaba una y otra vez, pensando que ya no podría contenerlo más tiempo. Cuando al fin parecía que había transcurrido el tiempo necesario, él se puso encima de ella, Ángela se acomodó para recibirlo, también se notaba ansiosa de hacerlo con ese niño, fue en ese preciso instante que Manuel levantó la mirada porque le pareció que alguien asomaba la cabeza desde la otra habitación, por un momento lo descartó, pensó que su mente le estaba jugando una mala pasada debido al nerviosismo y por el lugar en el que se encontraban. ─Qué esperas, mételo, acaso no te morías por hacerlo─, ordenó Ángela, devolviéndolo a ese momento tan sublime, él desechó toda preocupación y por fin sintió cómo se introducía en ella, la sensación era magnánima, jamás había sentido algo parecido, era tan agradable, tan cálido, tan indescriptiblemente maravilloso, parecía que fuera la primera vez que se entregaba a una chica, a una mujer, lo sintió así, lo pensó de ese modo y decidió quedarse para siempre con ese recuerdo. Pero todo ello que parecía tan perfecto, se vio interrumpido con esa imagen que se repetía, la cabeza de alguien asomándose desde la otra habitación, esta vez, Manuel se convenció que no se trataba de una ilusión, ahí había alguien y él sabía perfectamente de quien se trataba. ─Julio, te largas o te saco la mierda─ grito, para asustar a ese espectador inesperado, parecía que el que estaba ocultándose se asustó y se marchó, ellos continuaron amándose, aunque ya no con la misma devoción y vehemencia de los minutos previos, pasaron unos minutos más y nuevamente esa imagen, Manuel insistió con sus amenazas pero en respuesta obtuvo una amenaza mayor ─vete tú, no puedes estar acá, le voy avisar a mi tío Elias, quién te ha dado permiso para entrar─, Ángela, se asustó mucho y se hizo a un lado, buscó su ropa y trato de vestirse, en ese momento el espectador dio la cara pero solo para salir corriendo de donde se encontraba. Ángela terminó de vestirse, Manuel también, ya todo había terminado y cuando él trataba de tranquilizarla irrumpieron tres o cuatro muchachos en la habitación, uno de ellos, el más borracho, gritaba ─Ángela, sal carajo, te voy a sacar la mierda, que chucha haces acá─, Ángela se tapo totalmente con las sabanas, Manuel se incorporó de inmediato y se fue a contener a Thomás que se acercaba como un toro a golpear a su prima. Manuel lo cogió de los brazos, él seguía gritando que Ángela salga de su escondite y Manuel trataba de convencerlo que se trataba de otra chica ─tu sabes que Ángela es mi flaca, pero ella no está aquí, le estoy poniendo los cuernos con una trampita, no me jodas Thomás, si quieres cuéntale a tu prima, pero quítate huevon─, cuando todo indicaba que Thomás se había calmado y parecía que se marcharía, sus acompañantes reanimaban las broncas con sus empujones y acusaciones y uno de ellos fue más allá, se acercó y sin decir una sola palabra le regaló un certero cabezazo a Manuel que lo dejo, literalmente, viendo estrellitas y cuando parecía que ya todo se salía de control, que Thomás se acercaba a la cama a quitarle la sabana, llegó providencialmente un amigo de Manuel, era un tipo mayor de aproximadamente 25 años, estudiaba en la universidad Carrión y en sus ratos libres hacía locución en la radio del mismo dueño del Leopardo, además de hacer las veces de seguridad del lugar, por lo que cargaba siempre un revolver y mostrándolo en aquella oscuridad gritó ─que chucha hacen acá carajo, quien mierda les ha dado permiso para que entren a este lugar, se largan en este momento o les vuelo a todos la tapa de los sesos─, dicho esto se acercó como un búfalo a defender a su crío y todos incluyendo Thomás salieron disparados ─gracias Edwin estos conchadesumadres me iban a sacar la mierda─, dijo Manuel totalmente aliviado, tras la partida de los demás ─no te preocupes chibolo menos mal que me pasaron la voz a tiempo. Esperen un momento más y quítense antes que llegue Elias, sino va estar jodiendo ese güevon─, sentenció y se marchó de inmediato, dando lugar a la pareja, que se encontraba en el peor momento de sus vidas, el más bochornoso que habían podido experimentar en sus cortas existencias, a que pudieran asimilar tremendo escándalo.
─Déjame, yo puedo solo ─dijo Manuel, desasiéndose del brazo de Ángela.
─Hay gordito para eso tomas tanto, se supone que solo era un par… contigo ya debo saber que esa mentira realmente es la más grande, verdad mi amor ─, dijo Ángela, mientras lo miraba con un profundo cariño y obteniendo como respuesta únicamente un gruñido.
─Ahora si ayúdame que me caigo ─ordenó Manuel, tras algunos minutos de caminar torpemente por la arena inestable.
Ángela se aferró de su brazo izquierdo y con la ayuda del mozo del restaurante que los había atendido, lo condujo hasta el coche y lo sentó en el asiento del copiloto. Manuel no dijo nada más y tratando de ponerse el cinturón de seguridad se quedó profundamente dormido, Ángela terminó de ponerle la correa, pagó la cuenta más su respectiva propina, al chico del restaurante que esperaba expectante, se acomodó en el volante y emprendió el retorno a Lima.
Durante todo el viaje, mientras conducía, no podía evitar mirar de rato en rato al hombre que alguna vez desechó de su vida sin el menor remordimiento, pero que a pesar de todo y de tantos años ahí estaba, a su lado, con ella. También se puso a analizar, que nunca le había puesto un dedo encima, que nunca la había tratado mal, aun en los peores momentos siempre la respetaba y todo ello seguramente por el gran amor que él le profesaba. Sin saber exactamente por qué, se le asomaron algunas lágrimas a los ojos, estiró su mano derecha y le acarició el rostro que ya dejaban a la vista algunas arrugas.
Tras el escándalo en el segundo nivel del Leopardo, Ángela y Manuel terminaron discutiendo, ella le gritaba que todo había sido su culpa por no llevarla a otro lugar, que nunca se lo perdonaría, él se defendía diciendo que no imaginó que algo así sucedería, que la amaba y que nunca quiso causarle daño de ningún tipo y menos de esa forma, que lo perdone. A partir de ese momento todo terminó rápidamente. Ángela se armó de valor, salió corriendo de la habitación, bajó lo más rápido que pudo las gradas que la conducirían al primer piso y a la calle, escuchó el murmullo de la gente a pesar de lo alto de la música, algunos hasta la señalaban, pero ya nada le importaba. Manuel salió tras de ella, escuchó también el murmullo de la gente pero esta vez acompañado de risas burlonas, salió raudamente casi empujando al que se le pusiera en frente y logró alcanzar a Ángela en la esquina de la discoteca, trató de hacerle entrar en razón, ella solo le exigía que no la tocara y tras el menor descuido de Manuel, se marchó corriendo, Manuel pensó que era mejor dejarla sola, pensó que no era el momento de hablar de todo ello, pensó que ella tenía toda la razón, que era su culpa.
Durante toda la semana, Manuel no pudo dejar de pensar en ella, no pudo evitar sentirse culpable, pero no tenía el valor de ir a buscarla, temía el rechazo de Ángela, pero también que al acercarse a su casa su familia pudiera decirle o hacerle algo. Hasta que al fin, el domingo siguiente, tras siete días de angustia pensó que era el momento de enfrentar la situación y aprovechar para salir nuevamente con ella, claro a otra discoteca que no sea el Leopardo. A una cuadra de la casa de Ángela aun el temor campeaba, pero respiró profundamente y tocó el timbre, nadie respondió de inmediato, a la tercera o cuarta vez salió la mamá de Ángela, la persona que él menos quería ver o enfrentar, suponía que se había enterado de todo y que le llamaría la atención severamente, pero no fue así, aparentemente no sabía nada, lo saludó muy cordialmente y le dijo: ─Ángela no se encuentra papito, yo recién acabo de llegar de la calle y no la encontré, no se a donde pudo haber ido─. Manuel le agradeció y se retiró muy perturbado, sin creer nada de lo que le había dicho esa señora, pensó en lo único que realmente le parecía verosímil: ─estás ahí Ángela, yo se que estás ahí y enviaste a tu madre a negarte, hasta cuando me vas hacer esto, que significa tu distancia, aun sigues resentida conmigo, se te pasará, no quieres volver a verme, me perdonarás, o es el fin de todo, por lo menos deberías decírmelo personalmente─. Manuel se marchó caminando a su casa y se encerró en su habitación torturándose por su torpeza, por su falta de experiencia, lamentó por primera vez no ser un muchacho más grande.
Casi cuando estaban a punto de ingresar, por fin apareció Ángela, tenía puesto un pantalón jean azul y un polo color gris algo ceñido que dejaba totalmente a la vista su embarazo de aproximadamente 5 meses. Manuel pensó que su rostro se veía más claro, quizá con algunas manchas producto del embarazo, totalmente segura de si misma, más madura, inalcanzable, pero más incalculablemente bella que nunca. Se encontraba a solo unos metros pero parecía que ella no lo había visto. Manuel sabía perfectamente que sólo estaba tratando de evitar su mirada, era claro que tenían la intención de ingresar al Center, pero al notar su presencia, susurró algo al oído de su hermana Liz y se marcharon con dirección a la Plaza Carrión. Frank lejos de mirar la trayectoria de Ángela, como si lo hacía Manuel, observaba el rostro de su mejor amigo, que denotaba tristeza y decepción, esa actitud era realmente un gran golpe, sabía perfectamente que no era por la “barriguita”, sino por el desaire que le había hecho una vez más su amada Ángela. Manuel volvió la mirada y la enterró al piso, pero sólo por algunos segundos, Frank le palmoteó la espalada e ingresaron al Center. Nunca más tocaron el tema.
Después de otros siete días, el siguiente domingo, Manuel decidió nuevamente intentar hablar con ella, para ello asumió que debía ir a la casa de Ángela aun más temprano que de costumbre. Esta vez sin dudarlo tocó el timbre una y otra vez, pero recién al cuarto timbrazo salió una niña de aproximadamente once años, quien le dijo que Ángela no estaba, preguntó por la mamá y tampoco estaba. Manuel quiso ganar un poco de terreno, insistiendo pero con una voz que susurraba y suplicaba ─dime la verdad por favor, Ángela está ahí dentro y se está negando cierto─, la niña negó una vez más esa posibilidad, con la voz, con la palabras, pero algo en su forma de mirarlo le decía lo contrario. Manuel entendió perfectamente, o quizá sólo vio lo que quiso ver, le dio las gracias apretándole las manos de un modo inusual en él y se marchó. Decidió esperar cerca de la casa para ver si salía en algún momento, lo hizo por casi 45 minutos pero no aguantó más y para menguar la angustia, enrumbó con dirección a la plaza principal de la ciudad, caminó cerca de veinte minutos, lo que normalmente le tomaría a cualquier persona solo diez minutos o quizá menos, caminaba muy despacio pensando que la había perdido, que a pesar de que la encontrase seguramente ella lo terminaría definitivamente, su corazón se le encogía, sabía que esa era la primera vez que se sentía de ese modo, sentía que estaba profundamente enamorado y se preguntaba ─porque ahora, porque con ella, porque tan pronto, porque tenía que cagarla llevándola a ese lugar de mierda─. Llegó al fin a la plaza y continuó por la Av. San Cristobal con dirección al Eiffer, una discoteca que se encontraba en un pasaje angosto al lado izquierdo si ibas en esa dirección, se acercó a la puerta, preguntó el precio de la entrada, habían varias personas tratando de rebajar los precios, pero nadie conocido, hubiera agradecido encontrar a alguien, para conversar, sentirse acompañado, sentirse protegido de lo que podía suceder, pero no fue así. Lamento profundamente no haberle dicho a Frank que lo acompañe, pero es que quería ir solo a la casa de Ángela, para aclarar las cosas, para recibir la estocada final y claro que no quería testigos para eso, aun así se tratase de su mejor amigo. Miró una vez más alrededor y decidió regresar a la casa de Ángela, para una vez más intentar hablar con ella, pensó ─si esta vez me dicen que no está, armo un escándalo hasta que salga, no me importa lo que diga la gente, pero tengo que hablar con ella, aunque sea sólo para que me mande a la mierda.
Sin embargo, no hubo la necesidad de regresar hasta la casa de Ángela, para encontrarla. Manuel, definitivamente, no estaba preparado para ver lo que sus ojos estaban apreciando: Ángela aferrada del modo más cariñoso posible del brazo de Jason, caminando con dirección seguramente del Eiffer, de donde regresaba Manuel. Cuando se percataron que Manuel se acercaba a ellos a paso lánguido, como en cámara lenta, con una mirada perturbada, trataron de apartarse del camino, Jason sonreía triunfante, Ángela quizá algo avergonzada o preocupada por el escándalo, agachó la cabeza y se sujetó aun más fuerte del brazo de Jason, de quien parecía aun estar muy enamorada. En ese instante fue como si Manuel despertara de toda la fantasía que había estado viviendo, fue duro, cruel, escalofriante, pero trató de sobreponerse y les interrumpió el paso ─Ángela, podemos hablar un momento por favor─ preguntó, ella no hizo el menor caso y ni siquiera lo miró, fue Jason quien respondió ─Manuel ella no tiene nada que hablar contigo, quítate nomás, es lo mejor que puedes hacer─. Manuel sin hacerle caso, suplicó ─Ángela podemos hablar, solo un minuto por favor─, ella aun sin levantar la mirada, hizo una especie de mueca de fastidio que terminó por destruir la poca fuerza que sostenía en pie a Manuel. Jason aprovechó el momento y se la llevó, pasando por su costado casi rosándolo. Manuel se quedó por dos o tres segundos sin reaccionar, había gente alrededor que lo observaba, seguramente compadeciéndolo. Al percatarse de las miradas de compasión, casi por inercia, continuó su camino con dirección a ninguna parte, sólo esperando alejarse lo más posible de ese lugar, de Ángela, de Jason, del Eiffer, de la Plaza Carrión, de la ciudad, del mundo entero.
Epilogo. Cerca de la media noche llamaron insistentemente a la puerta, Manuel se incorporó asustado y miró por la ventana, eran la hermana y madre de Ángela, se les veía preocupadas, alteradas, llorosas y justo en el momento en que se decidió a abrir la ventana para atenderlas, la madre de Manuel contestó desde su habitación:
─Que sucede señora, quien es usted y que desea ─a lo que ella contestó.
─Señora María, lamento mucho molestarla a esta hora, pero es que mi hija Ángela ha desaparecido, no ha regresado a mi casa, sólo quisiera saber si ella se encuentra aquí con Manuel… ─pero la señora María no la dejó terminar.
─De que esta usted hablando, mi hijo ha regresado temprano y está descansando, además porque cree usted que mi pequeño estaría con su hija.
─Quizá usted no lo sepa señora, pero ellos eran enamoraditos y han estado saliendo hace varias semanas, por esa razón pensé que ella estaría aquí con su hijo… ─la señora María sospechaba que su hijo salía con alguien pero él nunca se lo había confirmado, pero muchas cosas encajaban a partir de ese momento, ─estoy desesperada entiéndame por favor, usted también es madre, solo le suplico que me diga si está o no aquí y me iré.
La señora María hizo una pausa, miró de reojo a Manuel, que se había acercado a su habitación, como preguntándole si él sabía algo, pero Manuel movió la cabeza negando repetidamente.
─Señora, lo siento mucho por usted y créame que la entiendo, pero su hija Ángela no está en esta casa y mi hijo está durmiendo en su habitación, tendrá que seguir buscando en otra parte, en verdad lo siento.
─Gracias a usted señora y lamento haberla molestado a esta hora, buenas noches ─dicho esto, cogió del brazo a su hija Liz y se marcharon caminando, seguramente a buscar un taxi que las lleve a otra parte en busca de Ángela.